En su gran mayoría, son hijos o hijas de uniformados, aunque también hay civiles. Están repartidos por todo el país, y la profesión más recurrente en ellos es Ingeniería Comercial, escoltada por Leyes y Medicina. Carreras que pudieron estudiar en gran parte gracias al apoyo económico que recibieron sus padres por parte de la fundación que lleva el nombre del fallecido general.
Desde hace 12 años la entidad que preside Hernán Guiloff ha becado -con el apoyo financiero de diversos empresarios adherentes a Pinochet- a 3.422 jóvenes, 384 de los cuales ya trabajan en sus respectivos campos laborales. Hoy, la entidad mantiene becados en 40 universidades del país y 4 institutos de enseñanza superior.
Pese a la innegable influencia familiar que hay detrás de ello, dicen que su admiración por el ex gobernante es racional y voluntaria. Les duele que esa figura que ellos respetan siga siendo vapuleada, aun después de muerto, y abandonada incluso por quienes antes lo apoyaban, como los partidos de derecha en que varios de ellos militan.
Para estos jóvenes, en cambio, Augusto Pinochet es un gigante. No vivieron su gobierno, pero lo admiran, por considerarlo el hombre que salvó al país del marxismo, lo sacó del caos en que se encontraba y sentó las bases de la modernidad y desarrollo que hoy disfruta. Lo eximen de responsabilidad en las violaciones a los derechos humanos cometidas durante su gobierno. Y lo defienden orgullosos frente a sus críticos, muchas veces sus propios compañeros y amigos.
Por él, más de uno ha recibido burlas o protagonizado una pelea. Pero no les importa. Se sienten los herederos del legado del ex Presidente y están dispuestos a luchar para reivindicar su nombre. Hoy, su líder habría cumplido 92 años. Por eso, varios de ellos viajarían a Bucalemu para honrar su memoria.
Éstos son los testimonios de la nueva generación del pinochetismo.
SEBASTIÁN GEDELHOEFER, INGENIERO CIVIL, 26 AÑOS:
"Guiloff y Kassis se van a ir y recaerá en nosotros continuar esto"
La última vez que este joven delgado y de hablar seguro vio a Pinochet fue exactamente hace un año, cuando con ocasión de su cumpleaños -poco antes de su muerte- viajó con otros 40 becados a Bucalemu para tomar desayuno con él.
"Éramos las primeras personas que iban a verlo ese día. Nos preguntó uno por uno qué estudiábamos, y una vez que nos escuchó a todos, nos dio algunos consejos: que había que ser luchadores en la vida, que siempre estuviéramos con nuestras familias y que nunca perdiéramos el camino de trabajar, pero a la vez ser hombres de familia", recuerda emocionado.
Salido de las aulas de la Universidad Adolfo Ibáñez, estuvo becado por el mismísimo Nicolás Ibáñez entre 2000 y 2005, pero al titularse, su primer y actual trabajo se lo dio el principal competidor de éste: Horst Paulmann, dueño del holding Cencosud. Hijo de un coronel de Ejército, asegura que nunca ha tenido problemas por su declarado pinochetismo. Tampoco le complican las acusaciones por violaciones a los derechos humanos en contra de su líder.
"Siempre es triste cuando hay gente muerta, pero lo que me preocupa e indigna es que se trate de usar eso para sacar provecho político o económico, o bien para tratar de desgastar la obra del general Pinochet. Hay que ser objetivo y entender que los muertos, heridos y desaparecidos fueron de los dos lados. Pero eso no opacó la gran obra que se hizo", declara. En su opinión, si bien hubo "excesos", Pinochet no tuvo directa relación con ellos.
"Entendí desde chico que cada vez que hay un problema o algo anda mal, van a tirar alguna noticia sobre el general Pinochet o el gobierno militar. Eso me pasó con el caso Riggs", argumenta cuando se le pregunta por los millonarios fondos del ex comandante en jefe. E insiste que, aunque ha leído poco sobre el tema, "no se ha comprobado que haya habido malversación de fondos o robo" por parte de Pinochet.
En su trabajo tampoco ha enfrentado problemas, pese a que desde un comienzo lo clasificaron como pinochetista. "Me encontraron cara de facho", resume. Por eso, cada vez que salían noticias sobre el general le hacían bromas, "pero siempre con respeto".
Eso sí, reconoce que amigos suyos se desencantaron de Pinochet tras el escándalo de las platas del Riggs. "Pero nunca han dejado de ser pinochetistas; sólo no quieren hablar más del tema", aclara.
Respecto del futuro del movimiento, sostiene que la idea de crear el club de egresados es usar la fundación como la herramienta para conseguir trabajo o desarrollar investigaciones. "Crear un centro de estudios es parte de nuestros objetivos", afirma.
Para ello ya comenzaron a formar una pequeña biblioteca que se nutre de los aportes que realizan los propios becados que ya han egresado, para que sean usados por los que todavía estudian. También quieren hacer charlas con recomendaciones para enfrentar entrevistas de trabajo. "Uno de los pilares del pinochetismo es esta fundación, y somos nosotros los que tendremos que mantenerla y agrandarla aún más. Los Hernán Guiloff o Alberto Kassis de hoy se van a ir en algún momento, y recaerá en nosotros continuar con esto", concluye.
KAREN DURÁN, ESTUDIANTE DE TRABAJO SOCIAL, 22 AÑOS:
"Me han desilusionado los parlamentarios que se han alejado de la figura de Pinochet"
Lo primero que le dijo un profesor cuando llegó a su primer día de clases en la Universidad Santo Tomás fue "y usted, ¿qué está haciendo acá, inconsecuente?". En una carrera con una "clara connotación de izquierda", como dice, Karen Durán admite que "para mí ha sido un tema ser pinochetista". Pero en lugar de inhibirse, esta menuda y atractiva joven cada vez que puede declara abiertamente su pinochetismo, casi como una provocación. "Me gusta generar esa confrontación. ¿Por qué cuando los otros levantan la voz nosotros nos tenemos que quedar callados?", se pregunta.
Aunque dice tener amigos de distintos colores políticos, sus tres años en la universidad no han sido fáciles. Los últimos días de vida de Pinochet los pasó montando guardia en las afueras del Hospital Militar, y tras la muerte de éste, hizo fila durante 10 horas para despedirse de su ídolo. "Al día siguiente llegué a la sala y en el pizarrón habían escrito 'ahora estás con don Sata, asesino', y el profesor avalaba esa actitud", recuerda. En lugar de callarse, reclamó: "Le dije que yo estaba en duelo, por lo que o borraban eso, o presentaría un reclamo a la universidad".
Claro que también ha habido momentos de convergencia, como cuando durante una toma de la facultad, cantó sin problemas canciones de Víctor Jara, sorprendiendo a sus compañeros.
Su familia tampoco ha sido comprensiva con su dedicación casi religiosa al pinochetismo. Y eso que su padre es carabinero y su familia es de derecha. "Cuando empecé a salir a las calles a gritar, quedarme en las noches afuera inventando canciones y protestando en los tribunales, mis papás me preguntaban por qué lo hacía y si sabía el riesgo en que me metía", recuerda.
Algo de razón tenían. El año pasado recibió una golpiza durante una protesta efectuada en las afueras de la CUT. "Es parte del juego. Para mí el tata es todo", argumenta con seguridad.
Su energía la gasta también en la coordinación metropolitana poniente de la juventud UDI, donde milita. Allí conoció a su pololo, tan UDI y pinochetista como ella, con quien recorre las poblaciones y hace trabajo en terreno, su gran pasión. De hecho, está haciendo su práctica en La Pincoya. Asegura que en sus recorridos por algunos de los barrios más peligrosos se ha encontrado con improvisados altares con una foto de Pinochet. "Lo que él generó en las poblaciones es muy fuerte, las casas que se entregan hoy no se comparan con las de antes".
Y si bien admira al diputado Iván Moreira por su consecuencia, le ha dolido ver que sus correligionarios se han alejado del general (r). "Me ha desilusionado mucho encontrarme con parlamentarios que se desligan de la imagen de Pinochet porque no les favorece para la siguiente elección", se queja.
JAVIERA MELLA, ESTUDIANTE DE MEDICINA, 22 AÑOS:
"El general nunca ordenó matar a nadie"
Hace cinco años, una amiga le pidió acompañarla a una misa en la Iglesia de la Escuela Naval en recuerdo del almirante (r) José Toribio Merino. Allí esta viñamarina se encontró por primera vez cara a cara con su ídolo, por lo que terminada la eucaristía se abalanzó a saludarlo. "No lo podía creer", recuerda.
Hoy cursa 4° año de Medicina en la Universidad de los Andes, lee sagradamente cada miércoles la columna de Hermógenes Pérez de Arce en "El Mercurio" y, pese a que toda su familia y entorno más cercano es pinochetista, aclara que su admiración por el ex gobernante nació por decisión propia.
"He tratado de conocer un poco la historia y saber por qué uno debería apoyar al gobierno militar", sostiene. Su conclusión fue que Pinochet no sólo salvó al país del comunismo, sino que lo sacó de la profunda crisis en la que se encontraba. De niña vivió en la Isla Dawson, donde su padre -un oficial de la Armada- estuvo destinado dos años. "Es una isla maravillosa y tengo excelentes recuerdos de allá", subraya. A sus 8 años no tenía conciencia de que el lugar había sido usado como un campo de prisioneros políticos.
"Hubo gente que sufrió de los dos lados, pero lo que pasó no fue con gente que estaba sentada en su casa, sino haciendo atentados terroristas y planificando cosas en contra del gobierno. Nunca es válido matar a alguien, pero es parte de querer restituir el orden", afirma.
Ideas como esa le han valido numerosas discusiones. "El general nunca ordenó matar a nadie. En la fundación nos dijeron que se hicieron leyes para tratar de proteger a todos los terroristas", asegura.
CRISTIÁN ORELLANA, INGENIERO CIVIL, 26 AÑOS:
"La propaganda del otro lado ha sido mucho más fuerte"
Su padre y su madre fueron militares, pero él prefirió ingresar a ingeniería en la Universidad Mayor, donde fue compañero del hijo de un senador socialista y él no tenía problemas en confesar su pinochetismo. Cercano a la UDI, su polola también es de ese partido, y apenas cumplió 18 años, se inscribió en los registros electorales para poder votar por Joaquín Lavín, en 1999. Una década antes su preocupación era que no ganara el "No" en el plebiscito, porque en su mente infantil estaba convencido de que eso sería muy malo para el país, mientras veía a su madre llegar a la casa con chapitas del "Sí" y calcomanías con la frase "Misión Cumplida".
"La propaganda del otro lado ha sido mucho más fuerte, y en el resto del mundo todos creen que Pinochet fue un dictador asesino. Una vez viajé por cuatro meses a Estados Unidos, y cuando me preguntaban por él, yo les contaba mi punto de vista, pero no logré convencer a nadie. Me decían que eso no era verdad, porque lo que se contaba era que se trataba de un tirano", confiesa resignado. Por lo mismo, cree que para la historia prevalecerá la imagen de Pinochet que ha impuesto la izquierda: "Por eso es importante lo que podemos hacer nosotros, lo que les contemos a nuestros hijos y nietos".
Y aunque ganas no le faltaron, nunca se fue a combos a causa de Pinochet. "Cuando él murió yo estaba en Valparaíso, y vi cómo salía gente a la calle a celebrar con banderas. Me dio mucha rabia", indica. Un año después, para el primer aniversario de su muerte irá, como el resto de la fundación, a Bucalemu para recordar a su líder.
CRISTIÁN IZARNÓTEGUI, INGENIERO CIVIL, 28 AÑOS:
Organizando el "Club de Egresados por Chile"
Hijo de un general en retiro, este actual empleado de Soquimich integra la tercera generación de becados, beneficio que mantuvo durante toda su carrera en la Universidad Católica, entre 1997 y 2003. Durante ese período participó en todas las actividades de la fundación, como charlas sobre el régimen militar destinadas a crear la mística necesaria en las nuevas generaciones.
"Traté de ser lo más comprometido posible, pese a los estudios, participando lo más posible en los temas de la fundación", recuerda.
A diferencia de otros compañeros, en su círculo de amistades nunca lo molestaron por su declarado pinochetismo. "Nunca tuve problemas para contar que estaba becado por la fundación. Siempre lo ponía en mis currículum, y cuando en las entrevistas de trabajo me preguntaban, les explicaba sin problemas. Para mí era un plus. Si me habían becado era por algo, independiente de dónde venía", dice.
Al terminar la universidad, Izarnótegui notó que no había muchos contactos entre los ex becarios, por lo que el año pasado decidió, junto a otros cinco jóvenes, fundar el "Club de Egresados por Chile", pero le niega un carácter político. Si quisiéramos estar en un partido político nos iríamos a uno. Lo vemos más por el lado de apoyar a los que están egresando. Según nuestra base de datos, hay 400 personas en esa situación y queremos aprovechar esa red para apoyarnos entre todos, con la ayuda de la fundación, haciendo charlas, armando una bolsa de trabajo, etc.", explica.
Para darle un rol más social a esta organización, el año pasado visitaron el Hospital Luis Calvo Mackenna en Navidad para entregar regalos a los niños hospitalizados, y actualmente están planificando las actividades para este fin de año.